DIAGNOSTICO DE MUERTE HOY
Es
misión del médico el diagnóstico y certificación de la muerte, que es la
detención irreversible de las funciones biológicas del cuerpo
humano.
Desde tiempos remotos ha existido el
temor a la muerte aparente y con ella el peligro de ser enterrado vivo, cosa que
en el pasado sucedió con harta frecuencia. Por fortuna ya están lejos los
tiempos en que para realizar este diagnóstico se utilizaba una plumita de ave o
una brizna de algodón bajo las fosas nasales, un espejo bajo la nariz para ver
si se enturbiaba o el vaso lleno de agua sobre el esternón para recoger una
posible vibración en su superficie. Y como medio extremo, la apertura de las
venas de la flexura del brazo para ver si fluía aún la sangre.
Aún en nuestro tiempo surgen casos de
muerte aparente, a veces no diagnosticados. En mi aún reciente viaje a la India
leía en un periódico de Nueva Delhi que una mujer declarada muerta fué llevada a
la pira funeraria del templo para someterla a la cremación ritual. Colocado el
cadáver entre la leña, se prendió fuego a la misma. Pero al sentir la acción del
calor, el presunto cadáver "revivió" saliendo despedido de un salto no sin
graves quemaduras que tuvieron que ser tratadas en el Hospital de Benarés donde
tuvo lugar el hecho.
Hoy día nuestra Legislación prohibe
enterrar un cuerpo antes de las 24 horas de haber fallecido el sujeto,
exigiéndose la certificación del médico de cabecera, del médico forense o del
médico del Registro Civil en la que previa comprobación se señalan las causas
mediatas e inmediatas de la muerte.
Son evidentes en la muerte cierta la
paralización de la respiración, la del movimiento circulatorio y el silencio
bioeléctrico del cerebro (triángulo de Bichat). Como esto, salvo en medio
hospitalario bien dotado, no es posible comprobarlo rigurosamente, el médico se
guía primero por la flaccidez de los tejidos y músculos que ocho horas después
es substituída por la rigidez cadavérica (rigor mortis) aunque hay
circunstancias que pueden adelantar o retrasar este signo.
Los cambios químicos del medio
interno que sobrevienen con la muerte hacen que el cadáver se enfríe
progresivamente (algor mortis), comenzando por las extremidades y partes
superficiales y terminando por las partes profundas y órganos internos. Para
ello se toma la temperatura superficial y rectal.
También se produce una pérdida de la
elasticidad de los tejidos, especialmente las fibras epidérmicas y musculares,
de manera que si pellizcamos la piel con una pinza de forcipresión y luego
aflojamos ésta, los tejidos vuelven a la normalidad en el vivo y persiste el
pinzamiento en el cadáver (signo de Icard).
El pH del medio interno varía
rápidamente con la muerte virando del neutro o ligeramente alcalino (7.4 a 7.8),
al ácido (5 a 5.4 o menos).
El gran maestro de la Medicina Legal
española, el Profesor Lecha Marzo, ideó un sencillo procedimiento no traumático
que consiste en colocar un papel de tornasol bajo el párpado del supuesto
cadáver o bien recogiendo la secreción lagrimal. Si vira el color del papel a
ácido (rojo) es cierta la muerte real.
Signo de aparición tardía es la
mancha verde, que aparece a la 24 horas después de la muerte, generalmente en la
pared abdominal como consecuencia de las putrefacciones abdominales.
La radiografía abdominal permite ver
en el cadáver con gran nitidez los límites de los órganos internos, cosa que no
sucede en el vivo a causa del peristaltismo intestinal (técnica ideada por mi
maestro D. Antonio Piga).
Generalmente 45 minutos después de la
muerte, se presentan signos como el hundimiento y flaccidez del globo ocular,
por evaporación de los líquidos intraoculares o también la mancha esclerótica de
Sommer-Larcher, que aparece en forma redondeada u oval, de color negro, en el
lado externo del globo ocular por desecación (momificación) de la eclerótica, o
el enturbiamiento corneal, muy rápido si el cadáver quedó con los ojos abiertos
y más lento si quedó con los párpados cerrados.
La palidez y color céreo son otros
signos de muerte.
Las
livideces cadavéricas (livor mortis) que aparecen en las partes declives del
cuerpo (hipostáticas), son otro signo.
Se suele considerar que si la
irrigación del cerebro falta más de cinco minutos, el daño cerebral es tan
grande que es irreversible. La anoxia cerebral por más de 5 minutos es mortal
para este órgano. Hoy día, con motivo de la obtención de órganos para
transplantes se ha extremado el diagnóstico de muerte cerebral irreversible.
Para detectarlo se recurre al Electroencéfalógrafo que si registra durante
cuatro horas imágenes planas (EEG plano, silencio bioléctrico) permite afirmar
que un cerebro ha terminado sus posibilidades de recuperación, aunque en países
como Francia, experiencias vividas en algunos casos, hacen que la Legislación
exija un silencio bioeléctrico de 48 horas (sujeto en estado de coma profundo).
Estos estados irreversibles van acompañados de ausencia de reflejos.
La paralización de la actividad
cardiaca se detecta por medio del ECG (electrocardiograma) monitorizado en medio
hospitalario (ausencia de latidos a la auscultación, registro fonocardiográfico
negativo).
A pesar de todo este gran número de
signos que nos permiten afirmar que un sujeto está muerto, existen casos de
vuelta a la vida cuando parecía imposible.
Aún después de la muerte cierta,
existen grupos de células y tejidos que conservan su vitalidad por un cierto
tiempo. Más adelante, los procesos destructivos como la autolisis
(fermentaciones, necrosis), la acción de la bacterias aerobias y anaerobias,
harán evolucionar el cadáver pasando por diversas etapas tales como la fase
cromática, fase enfisematosa,fase colicuativa (formación de putrílago) hacia la
esqueletización por la acción de los numerosos insectos de los escuadrones de la
muerte o bien si las condiciones son favorables, hacia la saponifiación, el
adipocira o la momifiación.